Oposición venezolana reivindica la política

Foto: Samuel King Jr

Muchos venezolanos están desesperados, y no es para menos.

Crimen, inflación, escasez de alimentos, secuestros y asesinatos, cortes frecuentes de electricidad, escasez de medicinas, más asesinatos, deterioro de los servicios públicos, policías que extorsionan y dirigen bandas criminales… y, como si todo esto fuese poco, unos voceros gubernamentales que se vanaglorian de que no hay división de poderes ni contrapesos institucionales, y de que el gobierno sigue aferrado a su pretensión de hacer lo que le venga en gana.

Es natural entonces que vivir en Venezuela sea, para muchos, una calamidad, una angustia, una pesadilla. Es en este sustrato en el que se forma la opinión política de muchos opositores. Pero también sabemos que hacer política desde lo visceral, desde la rabia y desde el voluntarismo es condenarse a ser coleccionista de fracasos y decepciones. De esto último también conocemos bastante los venezolanos.

La antipolítica es la configuración de un discurso que desprecia a los políticos profesionales, que sospecha de las negociaciones alrededor del poder, que pregona la supremacía de la voluntad y de cierta idea de justicia absoluta y empecinada.

La antipolítica es la construcción de un ideario, de unas creencias colectivas, que se proponen anteponer el saber de los técnicos, las habilidades de los gerentes, las preferencias de los intelectuales o hasta esa entelequia llamada el sentido común, a la crudeza de la acción política llevada a cabo por políticos profesionales.

La antipolítica comenzó a manifestarse con cierta contundencia en Venezuela en la década de 1980, y alcanzó un frenesí en los 1990, llevando a la elección de Hugo Chávez como presidente en diciembre de 1998. Empresarios de la televisión, periodistas e intelectuales que sufrían el país unieron esfuerzos y el parto resultó en un mesías que los liquidó, socavó las instituciones y creó el país que hoy sufrimos los venezolanos.

Y con todo, hay mucha gente que no ha aprendido nada.

Después de que la semana pasada el gobierno anunciara, a través de sus representantes en el Consejo Nacional Electoral, las condiciones para solicitar el referéndum revocatorio del mandato presidencial, pudimos sentir de nuevo el ruido de la antipolítica.

Las redes sociales fueron la arena a la cual acudieron los gladiadores de la no-política para traer de nuevo su perorata voluntarista y sus llamados a una violencia huérfana. Y digo huérfana porque estos fusileros de cartón se limitan a convocar a otros a poner la carne de cañón. Hasta donde sabemos, ninguno de estos maestros explosivistas, de whisky con hielo y rosario en familia, forman parte de ninguna célula clandestina, ni comando terrorista, ni vanguardia paramilitar. Lo suyo es enviar a otros a que se suiciden mientras ellos observan desde debajo de la cama.

Pero hoy lunes, 26 de septiembre de 2016, los políticos que conforman la opositora Mesa de la Unidad Democrática declararon que darán la única pelea disponible por el momento, que aprovecharán las rendijas dejadas por los monopolistas del poder para seguir adelante en el camino político y electoral.

Es un camino plagado de obstáculos, pero es el único que generaría la legitimidad necesaria para que el país salga robustecido de la pesadilla de diecisiete años de gobierno chavista.


 

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