Oponerse a Uber es peligroso para los políticos

Foto: Thomas Hawk

Esta fue la  conversación por WhatsApp, de un grupo de amigos, el martes 03 de mayo, a las 11:35 pm:

– Por si alguien está despierto: Samuel acaba de salir de una reunión y necesita conseguir un taxi, ¿cómo hace? -preguntó Paola.

-Hola, Paola. Dame la dirección. Ya te envío a mi conductor de Uber –contestó Alfredo a los cuarenta segundos.

-Pero, ¿Uber sigue operando? –volvió a increpar Paola.

Entonces intervino Francisco:

-Sí, claro – y Paola respondió: “Pensé que después de todo el rollo te linchaban si utilizabas uno”.

-Para nada – intervino ahora Adriana. “Uber es lo máximo”.

El “rollo” al que se refería Paola es toda la presión que están realizando los taxistas formales para bloquear a Uber.

Esto incluye, desde solicitudes formales ante el Ministerio de Transporte y la Comisión de Transportes del Senado, hasta agresiones directas a conductores sospechosos de prestar servicios informales bajo las plataformas Uber o Cabify.

Uber es conocida globalmente y ha sido blanco de protestas de los taxistas organizados en diversos países. El modelo de negocios de esta empresa es muy interesante. En el caso de Santiago de Chile, Uber se posiciona así:

“Tu viaje, a pedido

“Ya sea que te dirijas a tu trabajo, al aeropuerto o fuera de la ciudad, Uber te conecta con un viaje confiable en cuestión de minutos. Toca solo un botón y el auto va directo a ti. Tu conductor sabe exactamente a dónde ir. Y el pago es completamente sin uso de efectivo.”

La idea más potente del modelo de negocios de Uber es la evaluación mutua que se realizan los usuarios y los conductores, y que esta evaluación está disponible en la Internet, en una plataforma sencilla de usar y muy amigable.

  • Los conductores, al saberse personalmente evaluados, tienen incentivos para prestar un buen servicio.
  • Los usuarios, al saberse evaluados, saben que de su comportamiento histórico dependen las posibilidades de ser cordialmente atendidos.

En este juego personalizado de incentivos virtuosos cruzados, ganan los usuarios, quienes reciben un servicio de calidad a un precio muy competitivo y ganan los conductores, quienes pueden obtener ingresos adicionales por prestar un servicio que se acomoda a su disponibilidad de tiempo.

Claro, hay unos perdedores: los taxistas formales. Estos funcionan bajo un esquema en el que a cambio de ser regulados, “para garantizar la seguridad de los usuarios”, obtienen una barrera institucional a la entrada en su mercado, que limita la oferta y les garantiza precios mayores a los que resultarían de un mercado competitivo.

Pero, el foco de estas líneas no es, en sí, la comparación o evaluación del mercado de servicios de transporte personalizado. Lo interesante es que para un político, puede ser muy costoso oponerse a Uber.

He aquí el ejemplo:

Acción:

El 06 de abril de 2016, Andrés Gómez-Lobo, Ministro de Transporte de Chile, respondió a las presiones de los taxistas formales anunciando que se profundizarían los planes de fiscalización y “se retirarán los autos, como cualquier vehículo pirata”, refiriéndose a los autos de conductores afiliados a servicios como Uber. Además, Gómez-Lobo señaló que se aplicarían multas a estos conductores informales, que oscilarían entre 680 y 1400 dólares.

Reacción:

Entre el 08 y el 28 de abril de 2016, se realizó la medición “en terreno” de la “Encuesta Adimark” correspondiente al mes de abril de 2016. Esta encuesta lleva ese nombre por la empresa de estudios de opinión pública que, todos los meses, la realiza.

Uno de los datos más llamativos de esta encuesta es que el Ministro de Transporte, Andrés Gómez-Lobo, aparece como el ministro peor evaluado del gabinete, y muestra una caída de seis puntos en su evaluación (desde 31 puntos en la encuesta de marzo, a 24 puntos en la encuesta de abril).

¿Cuál es una hipótesis plausible?

Oponerse a Uber tiene un enorme costo político.

Una hipótesis común en la explicación de la conducta de los políticos es que éstos favorecen aquellas decisiones que les generen un mayor rédito, en términos de votos (posibilidades de ser reelectos), financiamiento electoral y adecuación a su posición ideológica.

Decir que un político es pragmático es asignar una alta influencia en sus decisiones a la relación entre estas y sus posibilidades de reelección.

Si el ministro Gómez-Lobo tiene interés en continuar una carrera política, entonces deberíamos esperar un cambio sustancial en su manera de enfrentar la controversia por Uber, y en el tono de sus actuaciones públicas.


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