¿Qué nos dicen las Elecciones de Chile de 2016?

Foto: Vincent Lock

El domingo 23 de octubre de 2016 los electores chilenos renovaron a sus alcaldes y concejales.

En este país hay dos grandes coaliciones políticas, una en la centro-izquierda, hasta ahora llamada Nueva Mayoría (NM), y otra en la centro-derecha, denominada Chile Vamos (CV). En estas elecciones locales, la gobernante Nueva Mayoría fue castigada por los votantes y el péndulo se movió hacia la coalición opositora (CV).

Para verlo con claridad, piense que se disputaban las 345 alcaldías del país y la coalición gobernante pasó de tener 167 a 139 (perdió 28), mientras que Chile Vamos sumó 17 alcaldías adicionales (de 126 a 143). En este cambio de manos, resaltan algunas de las más simbólicas alcaldías del país como Santiago, Providencia y Maipú, que forman parte del Gran Santiago. Una primera lectura podría entonces dar cuenta de un movimiento pendular, en sentido contrario al observado en las anteriores elecciones locales del año 2012. Esta vez hacia la derecha.

En los días posteriores a este terremoto político, no falta quien vea en esta oscilación un presagio de lo que podría ocurrir en las próximas elecciones presidenciales de noviembre de 2017: el regreso de la centro-derecha al poder, de la mano del expresidente Sebastián Piñera. Pero es muy temprano para jugar a la alquimia de las proyecciones electorales.

Las señales

Esta jornada electoral ha generado algunas señales en las que quiero detenerme para luego ensayar algunas conexiones. La primera de estas es el registro de una abstención de 65%. Este número expresa una mezcla de indiferencia, percepción de baja utilidad del voto y desafección activa. Hay personas a las que no les importa el resultado o tienen cosas más importantes que hacer; a otros les importa, pero perciben que el valor añadido por su voto es muy cercano a cero; y finalmente están los que usan su abstención como una forma de protesta, de expresión de un rechazo generalizado.

La segunda señal que me interesa comentar es el incremento en el porcentaje de votos obtenidos por los candidatos a alcaldes que estaban fuera de las dos grandes coaliciones. Los votos hacia estas opciones pasaron de 17% en 2012 a 25% en 2016, revelándose un crecimiento importante de la votación de las llamadas candidaturas-independientes-fuera-de-pacto. En este punto surge una pregunta que me parece clave: ¿hasta dónde esta inclinación de los votantes es muestra del nacimiento de partidos políticos en los suburbios del sistema político o hasta dónde es evidencia de la antipolítica, del desprecio a los partidos en general?

Acá también habría una mezcla de factores explicativos. Por un lado, crece el número de organizaciones políticas que habitan en las fronteras del espacio de las dos grandes coaliciones (e.g. PRO, Ciudadanos, Amplitud, Izquierda Autónoma, Movimiento Autonomista), pero crece también  un sentimiento contrario a los políticos y a la política en general, que ve como una virtud la idea de que algunas personas realicen carrera política como “independientes”.

La tercera señal clave de esta elección es la irrupción de la nueva izquierda en la Alcaldía de Valparaíso. En esta histórica ciudad del Pacífico sur, Jorge Sharp, un exdirigente estudiantil de las protestas de 2011 de apenas 31 años de edad, derrotó de manera humillante a los candidatos de las dos grandes coaliciones políticas del país. Sharp es muy cercano a Gabriel Boric, un joven diputado y principal figura del Movimiento Autonomista ubicado en lo que podemos llamar “la nueva izquierda”. Ambos podrían ser algunas de las caras clave de un nuevo movimiento político chileno, que estaría inspirado en las tesis populistas de Ernesto Laclau y en la pragmática electoral del partido español Podemos.

En las elecciones de 2012, la centro-derecha (CV) había ganado la alcaldía de Valparaíso con el 46% de los votos válidos, y el candidato de la centro-izquierda había recibido el 35% de las preferencias. Sin embargo, en esta elección se rompieron aquellas proporciones. El domingo 23 de octubre de 2016 Jorge Sharp consiguió el 54% de las preferencias, mientras los candidatos de las dos coaliciones dominantes apenas alcanzaron el 22% cada uno. El golpe no es menor. Las principales coaliciones de Chile pasaron de tener conjuntamente el 81% de los votos en 2012, a un menguado 45% de las preferencias electorales expresadas en el 2016.

Convergencia de las tres señales: la ventana populista

Vivimos rodeados de evidencia internacional sobre el surgimiento de opciones populistas. Alexis Tsipras en Grecia, Donald Trump en los EEUU, Evo Morales en Bolivia, Podemos en España, Marine LePen en Francia, Hugo Chávez en Venezuela, Rafael Correa en Ecuador, y la lista pudiera extenderse.

Y en Chile también pudiera cobrar fuerza esta opción. Comienza a madurar una narrativa antisistema: “Todos los políticos son cómplices de una estafa continuada”; “todos los mercados son dominados por diez familias”; y así crece la repetición de algunas ideas en los medios y en la opinión pública.

Y para todo esto hay un mercado potencial muy grande.

Imagínese que ese 65% de personas que no votaron en las elecciones chilenas de 2016 es un universo de lo que los analistas de mercados denominan “no clientes”. Habría entonces un 65% de “no-clientes” políticos, de personas que hasta ahora no compran ninguna opción electoral pero que bien pudieran comprar una oferta más atractiva en el futuro.

En el año 2004, dos profesores de estrategia del Insead (Francia),  W. Chan Kim y Renée Mauborgne, propusieron los quizá no muy felices nombres de océano rojo y océano azul, para identificar a los mercados tal cual los conocemos (océano rojo) y tal cual podrían ser (océano azul). Luego concentraron su análisis en las posibilidades de los océanos azules.

La visión estratégica del océano azul parte de la idea de que hay un número importante de no-clientes, de personas que no compran ningún producto porque ninguno de los ofrecidos se adecúa a sus preferencias. Frente a esto habría entonces la posibilidad de crear y capturar nueva demanda, rediseñando tanto el producto (la propuesta de valor) como el mismo modelo de negocios (la manera como se produce, distribuye y se entrega y se recibe el valor creado), de manera de ofrecer algo valioso y atractivo para los antiguos no-clientes.

Imagínese ahora que el éxito de una propuesta política como la de Podemos en España se debe, en gran medida, a una aproximación estratégica que busca crear y capitalizar un océano azul en el escenario político. Para esto se combina: a) Un diagnóstico de insatisfacciones (¿cuál es el dolor del no-cliente, de los electores que no votan?), b) Una narrativa aglutinadora y dicotómica (el pueblo contra la élite corrupta), y c) Un uso intensivo de las nuevas tecnologías, redes sociales y análisis de Big Data para encontrar maneras efectivas de hacer llegar el mensaje a los receptores apropiados.

¿Podrían las señales mencionadas anticipar la aparición de esta ventana populista en Chile, imitando la experiencia de Podemos en España? Al menos parece haber un vasto universo de no-clientes, ávidos de propuestas alternativas.


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