Nota: Este artículo lo escribí hace exactamente diez años, en noviembre del 2007, y fue publicado en el Informe AnálisisVenezuela, elaborado por la firma consultora venezolana ODH. Aunque mucha agua ha corrido bajo los puentes, y la situación social ha devenido en una tragedia humanitaria impensable en el remoto pasado de 2007, hay en este artículo algunos elementos que pueden ser útiles para la comprensión del músculo electoral que aún conserva el gobierno venezolano.
El comportamiento del electorado y los partidos políticos en el país durante los últimos años han sido determinados por los esfuerzos del gobierno actual en la conformación de una red política atractiva en cuanto a los beneficios que ofrece. Desde el punto de vista económico, este fenómeno puede ser explicado con base en el concepto de “efectos de red”, el cual ayuda a entender el afianzamiento de la red política que ostenta el poder y los mecanismos que utiliza para satisfacer la demanda de quienes la integran. Por otra parte, también contribuye a entender por qué las redes alternativas de la oposición requieren transformarse para poder competir con la red dominante.
Venezuela ha vivido un proceso de cambios profundos desde mediados de la década de 1990. Luego de casi cuatro décadas de dominio electoral de AD y COPEI, el electorado giró hacia la izquierda en un proceso que culminó con una virtual desaparición de los partidos tradicionales y el afianzamiento de Hugo Chávez en la presidencia de la república. Hasta el presente, el presidente Chávez se ha impuesto holgadamente en todos los procesos electorales a los que ha asistido, alcanzando en la elección presidencial del 2006 cerca de dos tercios de los votos válidos (véase Gráfico 1). Creemos que la comprensión de la dinámica político-electoral venezolana reviste utilidad estratégica, debido a que los escenarios de mediano y largo plazo dependen de la manera como los competidores del chavismo comprendan la naturaleza del juego político venezolano.
Gráfico 1. Votación obtenida por Hugo Chávez (1998-2006)
Los resultados electorales de 2004 y 2006 habían sido cuestionados por algunos sectores opositores, sobre la base de la presunción de fraude y de sospechas de que el descontento popular es superior a lo que indica el nivel de aprobación electoral del proyecto político chavista. Esta última conjetura suponía que aspectos negativos como la conflictividad política y el escaso éxito gubernamental en el manejo de problemas como la inseguridad, la inflación y la devaluación del bolívar, pesarían más que la conquista de reivindicaciones sociales y políticas asociadas con las mejoras directas experimentadas entre 2004 y 2006 y con el manejo simbólico de la destrucción del status quo representado por AD y COPEI. (La inflación entre 1999 y octubre de 2007 había sido de 352%, mientras el bolívar se había devaluado 1008%.)
Diversas explicaciones habían sido sugeridas para este comportamiento del electorado venezolano, la mayoría de éstas vinculadas a lo que podríamos llamar “el lado de la oferta”, esto es, a lo que ofrece y hace un gobierno para mantenerse en el poder. Esto incluía desde el éxito de corto plazo del gobierno en la gestión de política social a través de las misiones, la generación de empleo y el crecimiento económico (recuérdese que Venezuela experimentó un boom económico sin precedentes entre 2004 y 2007), hasta su capacidad para influir en el resto de los poderes públicos y capitalizar favoritismo en las decisiones de éstos.
En contraste, este artículo se orienta a evaluar algunos factores “del lado de la demanda”, relacionados con la conducta del electorado, los cuales podrían ser clave para explicar el éxito electoral de Hugo Chávez. En particular, utilizaremos algunos conceptos desarrollados por la economía de las industrias de redes para explicar la conducta del electorado venezolano en los procesos electorales de 2004 y 2006.
Redes políticas, bienes públicos y supremacía electoral
En los años ochenta comenzó a estudiarse el comportamiento de los consumidores en las industrias de redes. Una red es una estructura que puede ser descrita en términos de nodos y conexiones entre estos y una de sus principales características económicas son los “efectos de red”. Estos efectos implican que la utilidad que un consumidor obtiene de estar suscrito a una red aumenta con el número de afiliados a dicha red. Por ello, en ausencia de interconexión entre redes alternativas, las personas prefieren estar en la red más grande porque las ventajas que obtienen de ésta superan ampliamente a las que ofrece una red más pequeña.
Esto conduce a que la red más grande se vuelve más atractiva para los consumidores debido a su tamaño y a las posibilidades que las personas alcanzan por pertenecer a esa red. En los mercados, estos efectos conducen al monopolio o dominio de una red por el simple hecho de que su tamaño la hace más atractiva, a pesar de que redes más pequeñas tengan una mejor propuesta de valor.
El dominio de las redes más grandes se entroniza cuando no existe interconexión entre las redes alternativas. Esto ha sucedido en industrias de telecomunicaciones y tecnología, y puede ocurrir en la competencia política. Un ejemplo vendría dado por la apertura de la industria de telecomunicaciones en Venezuela en el año 2000. Con miras a promover la competencia entre las operadoras, después de la apertura, la agencia reguladora del sector (CONATEL ) obligó a la firma dominante (CANTV) a interconectarse con las más pequeñas como una manera de garantizar la supervivencia de éstas. Cuando hay asimetrías relevantes en el número de suscriptores de diferentes redes, la ausencia de interconexión conduce al monopolio de las redes dominantes porque los usuarios encuentran que los beneficios de estar en la red más grande compensan con creces las ventajas ofrecidas por las redes pequeñas.
Los distintos partidos políticos de un país pueden verse como redes políticas o sociales. Como los partidos que detentan el poder político están en capacidad de ofrecer beneficios a sus afiliados que los opositores no están en capacidad de proveer, las sociedades han buscado maneras institucionales de restringir el uso de los efectos de red para perpetuar el monopolio del poder político. El acceso a los servicios provistos por el Estado sin distingo de las preferencias políticas, la separación entre partidos políticos e instituciones del Estado, los límites a la reelección presidencial, la división de poderes y, sobre todo, la existencia de mecanismos que garanticen el acceso de las minorías a cuotas de poder en parlamentos, gobernaciones y alcaldías, son algunos de los mecanismos institucionales que inhiben la perpetuación de un sector político en el poder.
Desde la agudización de la conflictividad política en el año 2001, tanto el gobierno como la oposición han contribuido a la magnificación de los efectos de red presentes en la política venezolana. El sector dominante de la oposición adoptó una política de choque y de creación de expectativas de desalojo del poder del chavismo “por cualquier vía”, lo que le facilitó al gobierno contraatacar con el despido de personas consideradas de oposición en sectores clave del Estado como la industria petrolera, la Fuerza Armada Nacional y otras instancias de gobierno.
Al mismo tiempo, la oposición se anotó en un proceso refrendario cuyo requerimiento principal era revelar la identidad de los solicitantes del referéndum, lo cual permitió a sectores del gobierno la identificación de quienes deseaban un evento revocatorio y facilitó su exclusión tanto de los empleos públicos como del acceso a bienes públicos canalizados por los programas conocidos como Misiones. Posteriormente, la estrategia abstencionista impuesta por un sector de la oposición se tradujo en una reducción importante de las cuotas de poder parlamentario, regional y municipal, lo cual ha mermado sustancialmente la capacidad de los partidos opositores de proveer empleo y bienes públicos a sus seguidores.
El gobierno, por su parte, ha hecho uso de elementos económicos y simbólicos que magnifican los efectos de red que juegan a su favor. Por una parte, el discurso de la inclusión, de la paridad ciudadana frente a las pretensiones elitescas y de la amenaza de confiscación como mecanismo de justicia social, han reforzado las ganancias esperadas de pertenecer a la red gubernamental. La misma homogenización en torno al color rojo genera un efecto que magnifica el tamaño de la red gubernamental y por ende las ganancias esperadas de pertenecer a esta.
La razón capitalista frente a la búsqueda de justicia
Muchos de los argumentos esgrimidos contra la política gubernamental, y en particular contra la política económica, habían girado alrededor de los efectos económicos negativos de la regulación aplicada por el gobierno. Así, se resaltaban las distorsiones de los mercados generadas por regulaciones como los controles de precios y el control de cambio. Sin embargo, esto puede constituir una estrategia equivocada. Para evaluar esto, analizaremos otro hallazgo de la economía en las últimas décadas: el juego del ultimátum.
Este juego es un experimento que consiste en lo siguiente: hay una cantidad de dinero que será repartida entre dos jugadores. Uno de los jugadores (el proponente) sugiere una manera de dividir el dinero y el otro jugador (el “decisor”) decide si acepta la propuesta del primero, en cuyo caso se procede a la repartición, o no acepta la propuesta y ninguno recibirá nada. Desde el punto de vista racional de la maximización del beneficio individual, pareciera que lo óptimo es que el proponente ofrezca una pequeña porción al “decisor” (e.g. 1%). Esto maximiza la utilidad esperada del proponente y la del “decisor”, ya que para este último “algo es mejor que nada”. Sin embargo, los resultados empíricos son sorprendentes: la mayoría de las veces la repartición sugerida por el proponente es 50%-50% ó 60%-40% y las ofertas por debajo de 20% son consistentemente rechazadas. Estos resultados sugieren que las personas rechazan las reparticiones “injustas” aún a riesgo de infringirse un costo a sí mismas.
Una de las explicaciones más populares es que este resultado indica que las personas no sólo se preocupan por maximizar sus beneficios sino también por cuán justa es la distribución. Volviendo al caso de los controles de precios o de las nacionalizaciones, es posible entonces que los venezolanos entiendan que en las experiencias de controles de precios al final hay escasez, colas, listas de espera o mercados negros. Sin embargo, una mayoría de los electores puede simpatizar con propuestas regulatorias de este tipo por consideraciones de justicia y equidad social.
En este contexto, es posible que muchos electorales simpaticen con políticas regulatorias que castigan a aquellos percibidos como los que históricamente se han apropiado de una proporción demasiado alta de los ingresos, aún a riesgo de que tales políticas generen costos para sí mismos. Podría argumentarse que las posturas del gobierno y de los opositores sobre estos temas magnifican los efectos de red que facilitan las victorias electorales del gobierno y entronizan el monopolio del poder político.
Conclusiones
Pareciera racional que el gobierno explote los efectos de red presentes en el juego político venezolano para afianzar su dominio. Esto explica el uso de mecanismos que aíslen a los opositores y ocasionen un costo importante a los disidentes. Por otro lado, el gobierno debería tomar en cuenta que en algún momento puede convertirse en oposición y que por ello sería deseable el establecimiento de protecciones institucionales contra la monopolización del poder político.
Si bien los efectos de red hacen poco atractivo virajes de electores individualmente desde la red dominante hacia redes alternativas, es posible la ocurrencia de eventos que generen movimientos coordinados, o en masa, de afiliados de una red hacia otra. El caso del viraje del electorado español, que en cuestión de horas favoreció al PSOE frente al PP después del atentado terrorista de Atocha del 11 de marzo de 2004, es un ejemplo de ello.
A manera de contrarrestar los efectos negativos de la perpetuación de una sola red política dominante en el escenario político venezolano, las redes emergentes podrían convertir el cese de la discriminación política y la promoción de mecanismos electorales en los que no se revele la identidad de los opositores en banderas reivindicativas centrales para su supervivencia. Además, podrían privilegiarse formas de hacer política que busquen la conquista gradual de espacios de poder político (frente a las estrategias de asalto al poder en el corto plazo que plantean un juego en el cual se destruye o se es destruido), como una manera de ofrecer beneficios a sus seguidores (ésta fue la estrategia seguida por el PAN frente al PRI en México).
Es necesario también encontrar espacios de interlocución con el electorado pro-gobierno diferentes al discurso identificado con los privilegios de la clase política y económica que había sido desplazada. Finalmente, se debe pasar del discurso sobre las distorsiones generadas por la regulación a una actitud cooperativa con la población más pobre, que sea consistente con un discurso de mayor justicia social, de búsqueda de una mejor distribución de los beneficios económicos y sociales. Esto pasa por construir una base ideológica que haga frente a los prejuicios, a la exclusión, a la discriminación y, en general, a la desigualdad de oportunidades.
Noviembre de 2007
Sé el primero en comentar en «La fortaleza electoral del chavismo y las redes políticas»