¿Qué hacer cuando me convenzo de que no hay salida en Venezuela?

Foto: Jose Carlos Zamora

I

Llevo años cavando un túnel. Tengo martillo, cincel, pala y un mecanismo de poleas, cuerdas y contenedores para extraer, a veces piedra y tierra secas, a veces simple barro. Al principio cavé acostado; por semanas. Más tarde hice espacio suficiente para gatear y sentarme. Hasta una galería había tallado en la que podía pararme con el cuello apenas ladeado. Había instalado un sistema de ventilación y una iluminación precaria. Ciertos días, soñaba que martillaba el cincel y caía una pared final y, cuando el polvo amainaba, podía ver la playa. Otras veces desembocaba en una plaza, levantaba la rejilla de la alcantarilla y hacía fila para esperar mi turno en la mesa de ajedrez. El sueño que más temía, era aquel en el que el piso del túnel cedía y me deslizaba hacia una cavidad húmeda y pestilente, en la cual quedaba atrapado. Un tobillo deshecho y una gotera que me atormentaba con un tic-tac pasmoso, interminable. Llevo años cavando un túnel.

II

Venezuela, hoy, es como un túnel trunco. No hay salida electoral. No hay salida militar. Solo se avizora una continuidad de hambre y ansiedad, un gobierno que actúa como una banda de secuestradores en una tierra sin ley. Quienes permanecen en el país están expuestos al albedrío de los secuestradores, a atestiguar la fiesta de despojos de una manada de hienas que se disputan la carroña de una institucionalidad envilecida. ¿Qué es posible hacer cuando nos convencemos de que no hay salida?

III

Emigración es la primera familia de respuestas. Exportarse a sí mismo; exportar a la familia; exportar al menos a un miembro de la familia. Una firma venezolana de estudios de opinión pública, Consultores 21, ha estimado que cuatro millones de venezolanos habrían emigrado hasta diciembre de 2017. Migrar es escapar del fango o del desierto, bajar la exposición al riesgo personal, salir del frenesí de la hiperinflación y reducir el tiempo dedicado a conseguir alimentos.

Emigrar, o al menos exportar bienes o servicios, también es tener ingresos en monedas que sean mejores depósitos de valor. Para sí mismos y para la familia. En Venezuela, como ha ocurrido en casos similares, ya se nota una diferencia sustantiva entre las familias que dependen totalmente de su propio salario en la moneda venezolana, y aquellas que reciben remesas. El 24 de enero de 2018, una hora de salario mínimo ganado en Chile podía traducirse en un mes de salario mínimo venezolano. Si todos no podemos emigrar, hay que exportar al menos un miembro de la familia como ventana a las remesas. Pero, ¿qué es posible hacer si no podemos emigrar?

IV

Mucho se ha hablado de las primeras estrategias de sobrevivencia, cuando se habita en un planchón que se desliza por una ladera; una plataforma que cae por un acantilado: adelantar compras, ahorrar en especies no perecederas, comprar dólares u otras monedas fuertes, endeudarse a tasas de interés negativas, y un largo etcétera. Pero lo realmente importante es comprender nuestra propia fragilidad o crecimiento frente a los golpes o choques provenientes del ambiente económico, político, y social. ¿Qué nos hace frágiles y qué nos hace crecer con los golpes o sacudones?

Nassim Taleb propone evaluar nuestra sensibilidad a los cambios, golpes o sacudones usando como referencia el concepto de los “grados de fragilidad”. Pensemos en un continuo como el que muestra la Figura 1.

En un extremo está lo frágil, esto es, aquello que es dañado, roto o alterado permanentemente por golpes o sacudones. Piense en un pensionado que vive en Venezuela y depende por completo de su pensión devengada en bolívares. La hiperinflación deteriora cada día, de manera dramática, la capacidad de compra de su pensión. Aunque esta se incrementara, en términos nominales, su poder adquisitivo se diluye día tras día. La dependencia de un ingreso en bolívares que se ajusta a menos velocidad que los precios es un elemento de fragilidad, en tanto éste sufre un deterioro significativo como resultado de la hiperinflación.

La robustez se refiere a la condición de ser inmune a los golpes o sacudones, en tanto estos tendrían un efecto despreciable sobre el sujeto u objeto de análisis. Imagínese que la inflación de un país es idéntica a la tasa de devaluación de la moneda. Las personas cuyo ingreso nominal es en dólares u otra divisa fuerte (exportadores de servicios, por ejemplo) son inmunes (o robustas) frente a la devaluación-inflación, ya que la capacidad de compra de su ingreso no es afectada por la variación de los precios (o la devaluación de la moneda nacional). La robustez implica entonces ausencia de efectos generados por golpes, choques o sacudones.

En el otro extremo, tenemos a la antifragilidad (o fragilidad negativa). Esta implica que los golpes o sacudones fortalecen al sujeto u objeto de análisis. Piense ahora en el caso de muchos periodistas venezolanos, cuya actividad u oficio se ha visto fortalecido por la agudización de la situación política venezolana. El secretismo del gobierno, la proliferación de casos escandalosos de corrupción o crímenes políticos, la persecución y los intentos de anulación de la prensa, todo esto junto, ha resultado en un robustecimiento significativo de la profesión periodística formada en un contexto con esas características.

Piense en el número de periodistas venezolanos que han sido contratados en importantes medios internacionales, tales como el diario El País de España o la cadena estadounidense Univisión. En ambos casos, periodistas venezolanos han ganado premios por reportajes de investigación de connotación global. Periodistas como Tamoa Calzadilla (Univision), Luz Mely Reyes (Efecto Cocuyo) y Maye Primera (El País) han ganado premios internacionales importantes por sus trabajos de investigación y su labor periodística.

En la terminología instalada por Nassim Taleb, el periodismo de investigación venezolano tiene características de antifragilidad frente al sacudón de la situación política. Piense en el caso de Tamoa Calzadilla, quien dirigió entre los años 2004 y 2005 la investigación sobre el asesinato de Danilo Anderson, fiscal del Ministerio Público venezolano, y luego participó en el equipo de investigación de los crímenes políticos del año 2014. Calzadilla se vio obligada a renunciar al diario Últimas Noticias, como consecuencia de su investigación del caso de los asesinatos de 2014. Sin embargo, puede decirse que los golpes la fortalecieron y hoy es miembro del equipo de investigación de la cadena Univision, en el cual participó en la red global de investigación de los “Papeles de Panamá”. La antifragilidad implica entonces el crecimiento y la mejora como resultado de los golpes y sacudones, de manera similar a las bacterias que se fortalecen cuando son atacadas con dosis bajas y poco extensas de antibióticos.

V

Los ejemplos anteriores son simples vehículos para aterrizar el concepto de los grados de fragilidad, o de la fragilidad positiva, neutra (robustez) y negativa (antifragilidad). Si usted no puede o no quiere escapar de Venezuela, quizá es tiempo entonces de evaluar y comprender mejor cuáles son los elementos, características o prácticas que le confieren fragilidad y cuáles le hacen más antifrágil. ¿Qué cosas debe dejar de hacer para reducir su fragilidad? Usted seguro ya sabe de estas cosas: ¿a qué horas desplazarse? ¿Dónde vivir y trabajar? ¿A qué oficio o profesión debe intentar moverse para ganar antifragilidad? ¿Qué elementos de su naturaleza o de su vida hacen que los golpes le afecten de forma negativa, o le fortalezcan? ¿Dónde poner el énfasis?

En psicología y psiquiatría se habla del stress pos-traumático, para señalar a las respuestas patológicas desarrolladas por sujetos que han estado expuestos a situaciones límites como guerras, accidentes o agresiones criminales, los cuales muestran síntomas de repetición de experiencias, cambios negativos en creencias o sentimientos, desórdenes del sueño, entre otros. Pero en estas disciplinas también se ha trabajado el concepto de “crecimiento pos-traumático”: término introducido por Richard Tedeschi y Lawrence Calhoun, del departamento de psicología de la Universidad de Carolina del Norte, para referirse a ciertas conductas o manifestaciones positivas derivadas de la exposición a eventos traumáticos, tales como el incremento de la cercanía en las relaciones, el descubrimiento de nuevas posibilidades vitales y de fortalezas personales, cambios espirituales o una mayor apreciación de la vida.

Decidir quedarse en Venezuela, o estar de alguna manera condenado a ello, puede ser también un vehículo para algo positivo. Cuáles caminos abrir y en cuáles dimensiones poner el énfasis es, sin duda, un asunto de oportunidades pero también, en cierta medida, de decisión personal.


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1 comentario en «¿Qué hacer cuando me convenzo de que no hay salida en Venezuela?»

  1. La parte II me hizo recordar “Cubagua”, esa particular noveleta de Enrique Bernardo Núñez, en la que se refleja tipos de conducta parecidos a los que vemos hoy en Venezuela. Al parecer la historia se repite (la del saqueo sistematizado, matizado con un despotismo atávico), mismas acciones pero justificadas con ideas tergiversadas y manipuladas al antojo de quienes parecen arrastrar una herida que no cierra.
    Aprecio tu reflexión. Invita a la detención sobre lo que vamos siendo, y si realmente queremos profundizar sobre estos aspectos psicosociales, nos remite a la relectura de textos clave, como por ejemplo, aparte de “Cubagua”, “Viajeros de Indias” y “Los amos del valle”, ambos de Francisco Herrera Luque. Gracias, Pavel.

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